Artesanía de Túnez |
Madrid, agosto de 2016-. Los mercados de Túnez destacan por su increíble diversidad de elementos artesanales, tan rica, que incluso varía entre regiones. Conservan la tradición y las técnicas manuales más antiguas para su elaboración, pero innovando con la creatividad, lo que convierte a cada pieza en única y exclusiva.
Antiguamente, los aprendices de artesanos (sanaa) se formaban guiados por el maallem, el patrón. Tras unos años, el aprendiz se consideraba qualfa, compañero, antes de adquirir el título propio de maallem. Durante su formación respetaban en todo momento las herramientas, los materiales e incluso los movimientos que marcaba la tradición.
A raíz de la inauguración de las escuelas de Bellas Artes y Oficios, el sistema perdió rigidez, lo que atrajo la creatividad de los artistas. Allí se fomenta la innovación, mezclando materiales y adaptando los objetos a las nuevas necesidades, ampliando su riqueza y diversidad.
Estos productos pueden ser adquiridos en los zocos especializados o en las tiendas más antiguas del país, donde conviven tradición y modernidad. Estos espacios son el más vivo ejemplo de conservación de la cultura y arte popular de cada zona, impregnados de las nuevas inventivas.
Uno de los distintivos de Túnez es la chechia, el sombrero rojo nacional. Souk Chawachine es el establecimiento principal donde se puede adquirir esta pieza. Se elabora en cuatro procesos distintos que tienen lugar en diversas ciudades de Túnez antes de llegar a la tienda. Los artesanos lo rematan con un dibujo hecho de hilo negro en su interior. Los artesanos originales pertenecían a la alta burguesía de Túnez, lo que le da un matiz de opulencia y distinción a su fabricación.
El zoco El Brika es el mejor ejemplo de la tradición tunecina de las joyas. Estas son regaladas en cualquier tipo de ocasión, en especial durante el matrimonio, donde se valoran el rango social y la belleza de la joven. Es uno de los mercados más animados, donde aún se mantiene la práctica de las subastas matinales (excepto viernes y domingos). Los puestos y escaparates resplandecen con sus infinitas piezas expuestas en soportes de madera tallada.
Los bransi son los sastres bordadores encargados de confeccionar los trajes de gala masculinos que antiguamente se trataban de la vestimenta habitual. Consta de una camisa amplia y escotada, jebba, combinada con un pantalón y diversos chalecos superpuestos. Por último se incluye un albornoz de lana o pelo de camello. Todas las prendas se cosen con hilo de seda, y los colores y telas siguen los patrones primitivos.
Los considerados oficios “menos nobles”, por el ruido y olores que desprendían, se relegaban a la periferia de las ciudades. Herreros y latoneros proporcionaban objetos cotidianos y de obra a los palacios. Los clavos utilizados en la ornamentación tachonada, las aldabas, piezas de cobre para el ajuar de la joven… son algunas de las piezas artesanales que se pueden encontrar en
los zocos más alejados. El latonero se encuentra en Souk el Nahas, mientras que las herrerías se instalaron en Bad Jedid.
Por último, el zoco de las librerías, situado en el barrio que envuelve la gran Mezquita, mantiene la vocación cultural. Además de los elementos vanguardistas, este barrio conserva un importante fondo de libros antiguos. La librería Diwan es una de las más impresionantes, al contar con una cristalera en el techo con vistas al minarete de Zitouna.
Antiguamente, los aprendices de artesanos (sanaa) se formaban guiados por el maallem, el patrón. Tras unos años, el aprendiz se consideraba qualfa, compañero, antes de adquirir el título propio de maallem. Durante su formación respetaban en todo momento las herramientas, los materiales e incluso los movimientos que marcaba la tradición.
A raíz de la inauguración de las escuelas de Bellas Artes y Oficios, el sistema perdió rigidez, lo que atrajo la creatividad de los artistas. Allí se fomenta la innovación, mezclando materiales y adaptando los objetos a las nuevas necesidades, ampliando su riqueza y diversidad.
Estos productos pueden ser adquiridos en los zocos especializados o en las tiendas más antiguas del país, donde conviven tradición y modernidad. Estos espacios son el más vivo ejemplo de conservación de la cultura y arte popular de cada zona, impregnados de las nuevas inventivas.
Uno de los distintivos de Túnez es la chechia, el sombrero rojo nacional. Souk Chawachine es el establecimiento principal donde se puede adquirir esta pieza. Se elabora en cuatro procesos distintos que tienen lugar en diversas ciudades de Túnez antes de llegar a la tienda. Los artesanos lo rematan con un dibujo hecho de hilo negro en su interior. Los artesanos originales pertenecían a la alta burguesía de Túnez, lo que le da un matiz de opulencia y distinción a su fabricación.
El zoco El Brika es el mejor ejemplo de la tradición tunecina de las joyas. Estas son regaladas en cualquier tipo de ocasión, en especial durante el matrimonio, donde se valoran el rango social y la belleza de la joven. Es uno de los mercados más animados, donde aún se mantiene la práctica de las subastas matinales (excepto viernes y domingos). Los puestos y escaparates resplandecen con sus infinitas piezas expuestas en soportes de madera tallada.
Los bransi son los sastres bordadores encargados de confeccionar los trajes de gala masculinos que antiguamente se trataban de la vestimenta habitual. Consta de una camisa amplia y escotada, jebba, combinada con un pantalón y diversos chalecos superpuestos. Por último se incluye un albornoz de lana o pelo de camello. Todas las prendas se cosen con hilo de seda, y los colores y telas siguen los patrones primitivos.
Por último, el zoco de las librerías, situado en el barrio que envuelve la gran Mezquita, mantiene la vocación cultural. Además de los elementos vanguardistas, este barrio conserva un importante fondo de libros antiguos. La librería Diwan es una de las más impresionantes, al contar con una cristalera en el techo con vistas al minarete de Zitouna.
Más información en www.turismodetunez.com
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